jueves, 12 de agosto de 2010

¿Por qué contarlo?

Cómo explicar que hoy, no es ni la nostalgia de algunas personas, ni algo personal lo que asoma a mis ojos. Hoy, yo no puedo respirar y no es porque eche de menos a alguien, o me suceda alguna cosa más o menos terrible, en gradación con algunos baremos que diferencian el primer mundo del tercero. Es eso lo que me deprime, lo que me da ganas de gritar y llorar y exijir el vientre de mi madre, y volver a tener cinco años y la imposible decisión del sabor del helado. Y no ser consciente de que diecinueve muertos en Alemania son mucho más importantes que los setenta que mueren, prácticamente cada día, en atentados con coches bomba en Irak. O lo concienciado que está el planeta con la lapidación de Ashtiani en Irán, pero la invisibilidad de la mujer en el primer mundo, cuyo modelo sigue respondiendo a la falocracia con la que se la ha objetivizado desde siempre hasta no sé cuánto más (primer ejemplo, a golpe de vista, en cualquier lugar, la publicidad del ron Santa Teresa). Me molesta hasta puntos de ebullición de la sangre, la diplomacia, en este caso cobardía, con que se le permite a Israel cometer crímenes contra la humanidad y no admitir, como podría hacerlo porque todo se le perdonaría, Obama, que estamos colgados hasta el cuello por su dominación económica del mundo moderno. O que no se sepa que El Corte Inglés no asciende a las mujeres que trabajan en sus centros comerciales porque no nos hombres –debe de ser que es absolutamente imprescindible disponer de un aparato sexual masculino para ejercer el cargo de jefe de planta, porque sino no me lo explico- y ningún medio de comunicación dice nunca nada porque la inversión publicitaria es imprescindible. O que Trinidad Jiménez se pluriemplee cuando hay cuatro millones de parados. O la falta de ideología del bipartidismo en un tira y afloja que se reduce a defender por automática con el color opuesto y sin razonamiento esclarecedor que convenza. Por cosas como ésta, y porque si con veintidós años no creo ya en que yo voy a cambiar el mundo, y porque el verdadero periodismo me lo imaginaba de otra manera, aquí estamos. Porque el periodismo, tal y como yo lo imaginaba, era más humano, más de denuncia, y sobre todo, mucho más feminista. Y hasta que lo sea

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