A China sólo le interesan las materias primas de
África: petróleo, cobre, níquel, carbón, diamantes, madera, hierro, aluminio y
oro entre otras, y a cambio, los obreros chinos construyen sin parar todo tipo
de infraestructuras, desde carreteras y puentes, hasta estadios o centrales eléctricas.
Pero no hay intercambio cultural. En Zambia, el mayor productor de cobre de
África, hay un pequeño pueblo de 14.000 habitantes, Chambishi, dedicado a la
minería. La compañía China Nonferrus
Metal Mining adquirió en el año 1998 la mina del pueblo y las de Luanshya. En
la entrada de Chambishi viven mil mineros chinos, completamente aislados del
resto del pueblo, mientras los locales viven en el peor barrio del pueblo, en
el que no hay ni agua ni luz. Al “dragón” chino sólo le interesa el negocio,
nada más.
Y es que China actúa por su cuenta en África,
desentendiéndose de los diálogos del resto de países del primer mundo para la
cooperación, concepto que en sus relaciones con los africanos brilla por su
ausencia. A la falta de intercambio cultural, se suma que tampoco hay
transferencia de tecnología. En la construcción del estadio nacional de Maputo,
la capital de Mozambique, trabajan 700 locales y más o menos 300 chinos. Los
mozambiqueños apenas pasan de peones, mientras la mayoría de los chinos ocupan
puestos técnicos y por supuesto, directivos. Además, al ser los chinos los
dueños de la inversión, también imponen su filosofía de trabajo, que implica la
subcontratación de empleados, y jornadas de trabajo que pueden ser
interminables. Los trabajadores africanos se quejan de las condiciones de
trabajo impuestas, que consisten en salarios bajos y maltrato por parte de los
jefes.
Las opiniones sobre la presencia en África de la
República Popular China son diversas. Es cierto que entre algunos líderes africanos,
existe la opinión de que China es el mayor enemigo del progreso en África. En
2010, el líder del Frente Patriótico de Zambia, Michael Sata, afirmó que los
chinos, en vez de aportar un valor añadido, extraen sus materias primas y
ocupan empleos que deberían ser para los zambianos[1]. Pero
también hay voces que defienden la penetración de China en el continente africano;
para el doctor Abdelrahman Ibrahim Elkhalida, que intervino en el proceso de
paz que puso fin a la guerra Norte-Sur en Sudán, los chinos, a diferencia de
los occidentales, no imponen condiciones, y no se entrometen en las tradiciones
y costumbres de los locales. Es optimista, pues considera que ahora las élites
y los líderes africanos están mejor formados para enfrentarse a la posibilidad
de un neocolonialismo chino. Para Dambisa Moyo, economista zambiana, tampoco
existen grandes diferencias entre China y el resto de países ricos, porque a
pesar de que en los últimos 50 años se hayan transferido mil millones de
dólares a África en concepto de cooperación, la ayuda no ha mejorado la vida de
los africanos.
Efectivamente, el crecimiento de la economía no se
traduce en mejora de las condiciones de vida de los africanos. La productividad
de algunas empresas en África alcanza el nivel de China, pero los salarios son,
por ejemplo en el caso de Etiopía, una cuarta parte de los salarios chinos[2]. Quizá
el daño que China le hace a la ciudadanía africana no es mucho peor que el que
le han impuesto otros países del primer mundo, pero ésa no es justificación
para la explotación de África. Debe existir otro modelo productivo, otra vía de
crecimiento y progreso que respete los Derechos Humanos en África. El
continente ya ha sufrido el colonialismo de las potencias europeas, el
repliegue de la URSS en su desvanecimiento, la intervención de empresas
estadounidenses que sólo buscan maximizar sus beneficios con mano de obra
barata, y ahora, el modelo chino, con interminables jornadas de trabajo que
poco distan de la esclavitud. Para que los africanos sean los dueños de su
destino, necesitan una verdadera transferencia de tecnología e inversión en
formación, pues frente al 25% del PIB que Asia destinó a desarrollo industrial
durante la pasada década, África apenas invirtió un 15%. El continente africano
necesita cooperación real, tomar las riendas para que los africanos se
conviertan en amos de su propia tierra, y no, una vez más, en esclavos de
potencias extranjeras. Pero el camino de China no parece ir en esa dirección.
[1] Artículo de Francesc Relea
en El País: “Los nuevos amos de África”. http://elpais.com/diario/2010/05/09/eps/1273386415_850215.html
[2] Artículo de El Mundo, “Las
fábricas chinas se marchan a África”. http://www.elmundo.es/elmundo/2012/05/04/economia/1336156168.html
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