viernes, 22 de octubre de 2010

¿Qué hacer ante la violación de derechos humanos en Palestina?

Asisto esta mañana a una conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad (Carlos III). Se habla de Israel y los territorios ocupados. De la resolución 181 de la ONU, por la que los seis territorios que conforman el damero fueron repartidos en su día en equilibrio geográfico, pero no demográfico (más o menos a los dos estados les corresponden porciones del territorio similares, pero la población de palestina es mucho mayor). El 15 de mayo de 1948, sirios, egipcios, jordanos y libaneses invaden el estado israelí, pero en 14 días Israel consigue ocupar gran parte del territorio palestino. En diciembre, la ONU dicta la resolución 194 que, entre otras muchas cosas, habla del derecho de los refugiados palestinos a volver a sus hogares (que a partir de esa guerra se encuentran en el estado de Israel, ilegal a ojos del derecho internacional). Vuelven, y a día de hoy tienen pasaporte israelí, pero su condición de árabes los convierte en ciudadanos de segunda.

En 1967 estalla la guerra de los seis días -los motivos, para otro momento, ataque preventivo de Israel a las fuerzas egipcias en la frontera tras su exigencia a la ONU de que retirara sus fuerzas de Sinaí, resumiendo- y es entonces cuando Israel se come la Palestina que quedaba, la península de Sinaí, y los Altos del Golán. Y ahí llega la resolución 242, por la que la ONU exige a Israel que se retire a las fronteras precedentes a la guerra de los seis días. Sus fronteras antes de 1967, no las dictadas en la partición de la resolución 181. Osea que la comunidad internacional ya está legitimando esa primera guerra, llamada de la Independencia por los israelíes. En este punto, los derechos de los palestinos ya están siendo violados abierta y alegremente.

Pero claro, teniendo en cuenta que los israelíes no son tontos, a su paso por los territorios palestinos que van ocupando van creando asentamientos de ciudadanos israelíes y judíos traídos de todo el mundo (Nueva York, Argentina...) que a día de hoy se siguen construyendo. No hay que ser un lince para saber que en un territorio con la densidad de población más alta del mundo (o de las más altas al menos), para construir, hay que destruir primero. Y es entonces cuando empiezan los problemas, y la violación sistemática de los derechos de los palestinos, como si ya formara parte de las costumbres, cultura y folklore de Israel. Las demoliciones. De todo tipo, porque están cerca de un check-point, demasiado cerca de un colegio... o las demoliciones punitivas, que ahora hace tiempo que no se hacen pero sí en los 90, y consisten en lo siguiente: si un palestino cometía un acto terrorista, la responsabilidad penal caía sobre su familia, es decir, la demolición de la vivienda de su familia. En estas destrucciones, por supuesto, no hay re-alojo, ni indemnización. Lo que diríamos comúnmente, a la puta calle. Amnistía Internacional recoge firmas para pedir el fin de estas demoliciones.


Cuando los israelíes deciden retirarse de Gaza, es decir, no tener presencia dentro del territorio, dejan de considerar la franja como territorio ocupado. Ahora bien, como de por medio hay un conflicto, cercan la franja y a partir de ahí controlan los suministros de gas, electricidad o agua potable, entre otros. Probada está la violación de los derechos de todo un pueblo, los crímenes de guerra, y crímenes contra la humanidad.

Y por último, no sólo el control de gaza, sino que a los refugiados palestinos de los que hablaba al principio, aquello a los que el benefactor estado israelí deja volver a su casa, son ciudadanos de segunda. Un millón trescientas mil personas. Esas personas, a pesar de tener como he dicho pasaporte israelí, no pueden adquirir territorios, entre otras. Como proyecto de ley en Israel se plantea que todo ciudadano deba reconocer el carácter judío del estado de Israel. Incluida la poca representación que los refugiados palestinos han conseguido en años de ocupación en el Parlamento.

Digamos que, por ciertas similitudes con una situación como la de Sudáfrica, el conflicto árabe-israelí empieza a parecerse al apartheid. Condenado por las instituciones internacionales. Más la continua violación de los derechos humanos, desde 1948. Normal entonces, que los palestinos estén más que derrotados, que acaben confiándose a Hamás. Y todo ello ante la mirada de una comunidad internacional que condena, dicta una resolución que no se respeta, y vuelta a empezar. La flotilla de la libertad es sólo un ejemplo más de una opinión pública que se escandaliza durante dos días y al tercero devuelve el conflicto al punto anterior. O aún peor.

Entonces, ¿por qué no recurren a la justicia de otros países, ya que Israel no reconoce los derechos de los palestinos? El juez Fernando Andreu Merelles decide en 2009 investigar el asesinato en 2002 por parte de Israel de un miembro de Hamás, Salah Shehadeh, con el lanzamiento de una bomba de una tonelada que lo mató a él, a su mujer, a su hija, a otro miembro de Hamás y diez personas más, en su mayoría niños. Cuando el juez decide abrir proceso, el ex-ministro Moratinos recibe la llamada de Tzipi Livni y Moratinos promulga una ley que prohíbe a la justicia española abrir proceso cuando se haya violado un principio de justicia universal, a no ser que algunos de los implicados, o las implicaciones, sean españoles.

Así las cosas, el derecho internacional queda en evidencia, con él los gobiernos de cualquier país democrático del primer mundo, y la ONU, ante una impunidad sin límites del estado israelí. Impunidad que se constata en sus continuos atentados contra los derechos humanos, y en sus medios de comunicación; el piloto que tiró la bomba de una tonelada en el barrio de Al-Daraj en Gaza, fue entrevistado en Israel y le preguntaron qué había sentido al tirar una bomba tan grande. Sin secretos, ni responsabilidad.

Visto el plan, qué queda. Qué agonía. Un problema sin solución. Enfrentarnos al constante muro -¿el de las lamentaciones, quizá?- de un conflicto que más de sesenta años después está muy lejos de su solución. Y si el derecho internacional fracasa y la comunidad internacional se mantiene impasible ante la violación sistemática de los derechos humanos y deja a hacer a Israel, ¿qué nos queda?

Nos queda el boicot. Las firmas para las acciones urgentes. Nos queda mucho por hablar, muchos foros a los que estas verdades tendrán que llegar. Nos queda concienciación. Lo más inmediato y a corto plazo es el boicot. He aquí una relación de productos israelíes comercializados en España. Más allá de esto, todos los productos cuyo código de barras comienza por las cifras 729, vienen de Israel. Mc Donald´s, Revlon, Timberland, Garnier, Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Hugo Boss o L´Oréal apoyan a Israel.

En nuestras manos queda, un poco en las de cada uno... ¡Actuemos!

¡Viva Palestina libre!

Firma la petición para el fin de las demoliciones de viviendas palestinas, si aún no lo has hecho.

Fuentes de información:
Conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad Carlos III de Madrid, "Israel y los territorios ocupados", a cargo de Rafael Escudero Alday, profesor de Filosofía del Derecho, y José Sánchez,

portavoz del grupo E-33 de Israel y Territorios Ocupados.

http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=2690
http://www.islam-shia.org/boycott_israel/emp_isl_esp.htm
http://www.nodo50.org/csca/agenda09/palestina/boycot.html
http://juliensalingue.over-blog.com/article-21049001.html
http://www.eldiplo.com.pe/la-onda-expansiva-de-un-crimen

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