Con este entrada pretendo inaugurar una bonita costumbre, la de repasar las noticias del día, sean portada de los medios convencionales, o más bien, esas noticias que no conviene que salgan a la luz. Allá vamos.
#JMJ
La Jornada Mundial de la Juventud está dando que hablar mucho más de lo que muchos esperaban, y por desgracia, más de lo que muchos desearíamos. Pero ya que llevo varios días presenciando encendidos debates sobre el tema en las redes sociales, voy a pronunciarme al respecto, más allá de 140 caracteres. Una cosa es que venga el Papa a visitarnos (que oye, a mí algo me alarma, por eso de que le gusta venir a España más que a sus compatriotas mojarse el culo en las arenas mallorquinas), y otra es convertir, como así parece, el cristianismo en una feria. Imagino que habrá muchos cristianos llevándose las manos a la cabeza estos días, además de muchísimos laicos, claro esta, por esa imagen de Flanders recorriendo Madrid de arriba a abajo, cantando esas estupendas canciones de parroquia que empiezan y terminan todas con los mismos acordes. Bueno, al lío.
Respétense cristianos y laicos. Que oiga, parece que con musulmanes y budistas no nos podemos meter, y a los cristianos los linchamos. Pero oiga también, no critiquen tanto los cristianos la moral de los ateos, que luego se quejan mucho cuando se meten con ustedes. Respecto a la financiación pública, el gasto en seguridad es necesario y legítimo, igual que se gasta cuando la selección celebra el Mundial, que por mentira que parezca, no a todos los españoles les pone. Ahora, eso sí, lo de las rebajas en restaurantes y transporte público...que vienen ustedes a ver a Su Santidad, ¡no a un parque de atracciones! Es injusto que por ejemplo yo misma, como joven que soy aún, tenga que pagar 72 euros de abono joven, que al resto de ciudadanos de Madrid nos suban el billete sencillo a 1,50 euros, y a los peregrinos, por peregrinar, les rebajen el 80% (creo que es esa la cifra, sino, me corrigen). Pongan el metro más barato a las personas paradas, que son las que durante X tiempo han cotizado en este país, y no a los turistas, ¿es que no han aprendido nada de Benidorm y toda la costa levantina?
Limemos asperezas, quien se quiera manifestar contra la visita del Papa, adelante. No es un rancio ni da mala imagen de España, por mucho que parlotee don Rouco Varela. Y el que venga a ver al Papa, adelante. Eso sí, por favor, no se dediquen a ir cantando por el metro y por todas las calles, que aunque parte de la Gran Vía lo parezca, no, no aspiramos a ser Broadway, y sí, aunque en España se salga de fiesta hasta tarde, por las noches la mayoría solemos dormir.
Y por hoy, no me da tiempo a más.
miércoles, 17 de agosto de 2011
miércoles, 4 de mayo de 2011
Por qué esta sociedad no me representa
Vengo constatando, de un tiempo a esta parte, un alejamiento cada vez más profundo entre la sociedad, y yo. Y hablo de mí porque no me siento legitimada para extender esto al resto de los jóvenes como grupo, aunque como "bobo es el que piensa que los demás no piensan (del verbo pensar, no de opinar) igual que él", imagino que será algo común. Y voy a referirme a ejemplos más o menos concretos para no convertir esta entrada en una divagación.
Por reciente: la muerte de Osama Bin Laden. Quiero pensar que de haber ocurrido dentro de cincuenta años, cuando las generaciones que no hemos vivido guerras y no tenemos por tanto, heridos profundas y odios en lo más profundo del ser, no hubiéramos decidido aparecer en su casa para matarlo delante de sus hijos, los niños no tienen la culpa. Y no lo habríamos matado, sino que lo habríamos encerrado bajo siete mil llaves. Esto tenía que decirlo porque me reconcome.
Los medios de comunicación. Hace poco escuchaba una tertulia en la SER sobre Twitter. Discutían sobre si era un medio democratizador verdadero, sobre si lo que alguien famoso escribía tenía relevancia y repercusión o no. La tiene. Es un debate obsoleto. Los TT como #democraciarealya, entre tantos otros, deberían aparecer en los medios, y hablar sobre ellos, y no sobre si se convierten en TT o no, también ése es un debate obsoleto. Por no hablar de las miles de noticias, notas de prensa remitidas por agrupaciones y ONG que no aparecen por ningún rincón. Hoy la ONG SETEM difundía un informe sobre las armas financiadas por bancos españoles como BBVA o Santander. Sólo Periodismo Humano la difundía a las dos del mediodía.
Sobre publicidad podría tirarme hablando el resto de mi vida. Mi hermano, que es chico, y yo, aprendimos más o menos a la vez a poner lavadoras, cocinar, planchar o fregar los platos. A él se le da mejor que a mí, y es más pequeño. Así que no me pongan más anuncios sobre los detergentes y demás gilipolleces en los que sólo aparecen mujeres. Y si la mujer del futuro del anuncio de Neutrex, sigue siendo efectivamente mujer, ya ni te cuento. Podrán decirme, como excusa, que yo todavía no formo parte del público objetivo de esos anuncios, que miran a los adultos que todavía responden a ese modelo tradicional de familia, y que ellos no están para cambiar el mundo. Me voy al otro extremo, los anuncios de coche. Yo conduzco, mi hermano no. Cierto es que es más pequeño que yo, pero yo a su edad ya conducía. El coche que compramos el verano pasado, lo elegí yo, con mi madre. Todavía no he visto un anuncio de coche que no esté dirigido exclusivamente a los hombres. Yo no soy vuestro público objetivo aún, vale, pero no se han dado cuenta de que el modelo hace ya tiempo que empezó a cambiar, que mi padre también compra detergente, y muchos hombres, y las mujeres elegimos coches, y fijándonos en los mismos detalles técnicos que ellos. Y hay un anuncio más que me saca de mis casillas. Cerveza AMSTEL, los hombres sabemos lo que nos gusta. Claro, de toda la vida los hombres tragan cerveza mientras las mujeres consumimos Bitter Kas. Cerveza que desde luego, no pienso volver a consumir en mi vida, y espero que muchos conmigo.
La clase política. Este sistema bipartidista se nos queda muy pequeño. Pero a mí, y a una inmensa, inmensa mayoría. No queremos que el debate se centre en tú dijiste A, yo diré B, y viceversa, sino en un conjunto de propuestas positivas y beneficiosas para todos los ciudadanos. Yo no viví la Guerra Civil, considero imprescindible la Memoria Histórica para que todo deje de llevar un argumento enquistado, latente, que al final de las discusiones estalla en un "a mi abuelo lo mataron los rojos/los franquistas". Unámonos por las causas comunes, juntos contra el paro, la corrupción o el terrorismo, temas que son iguales para todos. Porque todos queremos que baje el paro, que acaben la corrupción y el terrorismo. ¿Tan difícil es entonces? Claro que las vías elegidas por unas y por otros son muy diferentes pero, cuando una funciona, ¿no podemos admitirlo y apoyarlo? Dejad de buscar en el historial que dijo el partido opuesto en una situación parecida, y pensemos en soluciones.
Y creo que por hoy ya es suficiente. Uf, qué alivio. La protesta es mía, el que se una es siempre bienvenido.
Por reciente: la muerte de Osama Bin Laden. Quiero pensar que de haber ocurrido dentro de cincuenta años, cuando las generaciones que no hemos vivido guerras y no tenemos por tanto, heridos profundas y odios en lo más profundo del ser, no hubiéramos decidido aparecer en su casa para matarlo delante de sus hijos, los niños no tienen la culpa. Y no lo habríamos matado, sino que lo habríamos encerrado bajo siete mil llaves. Esto tenía que decirlo porque me reconcome.



Y creo que por hoy ya es suficiente. Uf, qué alivio. La protesta es mía, el que se una es siempre bienvenido.
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domingo, 10 de abril de 2011
Juventud sin futuro
La generación mejor (y más) formada de la Historia de España, vivirá peor que sus padres. Eso a día de hoy, es una verdad absoluta e innegable. Podría parar aquí, porque con esa verdad valdría, que no necesita añadidos, pero hay más. Una crisis provocada por un grupo reducido de personas, economistas, banqueros, inversores... que con sus acciones y objetivos de enriquecimiento propio demuestran su falta de principios y a los que además, no hemos elegido. No los hemos elegido y nos gobiernan. Nos enfrentamos a un poder económico global. Nuestras viejas democracias y sistemas políticos -partidos, sindicatos, organizaciones- actúan a nivel local, nacional. No pueden luchar contra la crisis global, contra los dueños del mundo. ¿O sí?
Esta generación, la mejor formada, se resiste en su mayoría a que la asfixien, a que las soluciones a este crisis global pasen por medidas neoliberales, que los criminales de la crisis mundial queden impunes, y esta generación, la mejor formada, vea ante sus ojos desaparecer su futuro. Los dueños de Wall Street, y del mundo, han ganado individualmente millones de dólares, promoviendo la no regulación de las inversiones, avalados por un poder político que se resigna ante la avaricia -propia y ajena- y ocupa una posición de laissez faire. Los bancos y aseguradoras que provocan la crisis son tan grandes, que su tamaño les asegura el rescate en caso de quiebra, como hemos visto desde que el sistema económico mundial se fuera a pique en octubre de 2008. Y esos rescates, los millones de dólares de esos rescates son, cómo no, dinero público.
Si a estos problemas de dimensión, de diferencias en el poder, les sumamos que incluso los gobiernos socialistas -como el nuestro, supuestamente- pasan por el aro de hacer pagar a sus sociedades la crisis de la que no son responsables, qué nos queda. Si además, la juventud está perdida, se ha acostumbrado a sufrir y aguanta muy bien, asume que el futuro es negro porque desde que nacimos nos han dicho que lo tendremos difícil, que no bastará con ser muy buenos, que tendremos que ser los mejores. Y aquí estamos, la generación mejor formada de la Historia -y me atrevería a decir del mundo, pero dejémoslo en España- a la que no le queda nada.
Pues nos queda la indignación. Y lo mejor, lo que viene después de la indignación. La insurrección pacífica. No vamos a pagar esta crisis, no vamos a retroceder en un Estado de Bienestar que ha costado la lucha de muchos pueblos durante mucho tiempo. Nos negamos a renunciar en tan poco tiempo a nuestros legítimos derechos, cuando ni siquiera tenemos la culpa, ni la entendemos. Y sobre todo, porque aún somos jóvenes, aún debemos creer que vamos a cambiar el mundo, aún sabemos que son las minorías las que cambian el curso de la Historia. Y como los tunecinos y los egipcios, aún podemos demostrarle al mundo que están equivocados, que no estamos muertos ni perdidos, que no somos pasivos, que queremos que la democracia sea real, y vamos a conseguirlo, una vez más. Como las anteriores, nunca fue fácil.
Ya estamos indignados, ya hemos aparcado las obsoletas luchas ideológicas y estamos juntos, juntos por un sistema democrático auténtico. Ahora toca manifestarnos pacíficamente y girar el mundo, ¿te subes?
MANIFESTACIÓN 15/05/2011 DEMOCRACIA REAL YA
Esta generación, la mejor formada, se resiste en su mayoría a que la asfixien, a que las soluciones a este crisis global pasen por medidas neoliberales, que los criminales de la crisis mundial queden impunes, y esta generación, la mejor formada, vea ante sus ojos desaparecer su futuro. Los dueños de Wall Street, y del mundo, han ganado individualmente millones de dólares, promoviendo la no regulación de las inversiones, avalados por un poder político que se resigna ante la avaricia -propia y ajena- y ocupa una posición de laissez faire. Los bancos y aseguradoras que provocan la crisis son tan grandes, que su tamaño les asegura el rescate en caso de quiebra, como hemos visto desde que el sistema económico mundial se fuera a pique en octubre de 2008. Y esos rescates, los millones de dólares de esos rescates son, cómo no, dinero público.
Si a estos problemas de dimensión, de diferencias en el poder, les sumamos que incluso los gobiernos socialistas -como el nuestro, supuestamente- pasan por el aro de hacer pagar a sus sociedades la crisis de la que no son responsables, qué nos queda. Si además, la juventud está perdida, se ha acostumbrado a sufrir y aguanta muy bien, asume que el futuro es negro porque desde que nacimos nos han dicho que lo tendremos difícil, que no bastará con ser muy buenos, que tendremos que ser los mejores. Y aquí estamos, la generación mejor formada de la Historia -y me atrevería a decir del mundo, pero dejémoslo en España- a la que no le queda nada.
Pues nos queda la indignación. Y lo mejor, lo que viene después de la indignación. La insurrección pacífica. No vamos a pagar esta crisis, no vamos a retroceder en un Estado de Bienestar que ha costado la lucha de muchos pueblos durante mucho tiempo. Nos negamos a renunciar en tan poco tiempo a nuestros legítimos derechos, cuando ni siquiera tenemos la culpa, ni la entendemos. Y sobre todo, porque aún somos jóvenes, aún debemos creer que vamos a cambiar el mundo, aún sabemos que son las minorías las que cambian el curso de la Historia. Y como los tunecinos y los egipcios, aún podemos demostrarle al mundo que están equivocados, que no estamos muertos ni perdidos, que no somos pasivos, que queremos que la democracia sea real, y vamos a conseguirlo, una vez más. Como las anteriores, nunca fue fácil.
Ya estamos indignados, ya hemos aparcado las obsoletas luchas ideológicas y estamos juntos, juntos por un sistema democrático auténtico. Ahora toca manifestarnos pacíficamente y girar el mundo, ¿te subes?
MANIFESTACIÓN 15/05/2011 DEMOCRACIA REAL YA
lunes, 4 de abril de 2011
El contagio de las revoluciones árabes
Se ha escrito mucho últimamente sobre el proceso de cambio en los países del norte de África y Oriente Medio. Se habla de revoluciones, en principio pacíficas (la de Libia empezó así), y sobre todo, transversales. Las revoluciones las impulsa una generación de jóvenes que aún no termina de creerse lo que ha conseguido, pero les siguen adultos, hombres y mujeres, ancianos, profesionales liberales, militares, parados, estudiantes. Desde la clase media alta, hasta los más pobres. No hay un común denominador, la tasa de analfabetismo es alta en Túnez o Yemen, pero no en Egipto. Tampoco la densidad o la estructura demográficas, el islamismo o la convivencia con otras religiones como el cristianismo. ¿Qué une a los árabes?
Desbancar a dictadores sería la primera impresión. Las aspiraciones democráticas de un pueblo que después de superar el colonialismo e independizarse, se ha visto sometido al poder de unos pocos (o de un dictador y su familia), avalado por Europa y el resto de la comunidad internacional. Ben Ali, Mubarak, Gadafi o Al Asad llevan años en el poder, abusando del resto de la sociedad. Pero el planeta, por desgracia, sigue plagado de dictadores cuyos súbditos no se han sublevado -aún. ¿Qué es entonces lo que une a los árabes?
Pagar. Soportar sobre sus hombros las crisis que no han creado, las políticas que no han elegido, los deberes que les han sido impuestos. Poco a poco, y en menor medida, eso es lo que nos está pasando a nosotros. Al resto del mundo, o más bien, al primero. Nos salva una distancia que se mide en televisores panorámicos, uno o dos vehículos de gama media por familia, una casa en la playa, descanso dominical y vacaciones quincenales, más o menos. Un colchón que cada vez es más fino, un colchón con muchos elementos, muelles, fibra y materiales que han costado décadas, siglos, en construir y ensanchar nuestro sueño, nuestro descanso, nuestro futuro y nuestro aliento. Un colchón que sufre tijeretazos en cuestión de meses, leyes y decretazos que adelgazan nuestra feliz clase media, el freno a todas las revoluciones.
Y quizá es mejor. Indignaos, indignarnos. Porque ya no es la pérdida de derechos, libertades y deberes (como el trabajo), sino lo que ha llevado a los árabes a poner punto y final a sus regímenes. Es que haya una clase, rica, súper rica, aliada de políticos, cada vez más alejada de nosotros, que se ríe. Que se rían. Y nos machaquen, y no les importe que todos seamos seres humanos, con vidas, cuerpos que respiran, corazones que laten, sentimientos que viven. Una crisis económica y financiera provocada por los bancos que juegan a vendernos ilusiones en versión ladrillo, rescates que pagamos los ciudadanos, y ni una sola indemnización, ni una sola responsabilidad para quien es el verdadero culpable.
Pero qué voy a contar, si todo esto se ha dicho ya. Si hemos hablado tanto de revoluciones árabes, llevamos el resto de la vida escuchando y leyendo sobre crisis. Desde el sofá de casa, desde la pantalla, el papel o el altavoz que nos separa del otro lado del Mediterráneo, el que nos hace sentir privilegiados, nombrar el mundo y tapar justo el hueco por el que alguien nos dice que estamos mucho más cerca, que salvando las distancias, nos parecemos mucho más.
Desbancar a dictadores sería la primera impresión. Las aspiraciones democráticas de un pueblo que después de superar el colonialismo e independizarse, se ha visto sometido al poder de unos pocos (o de un dictador y su familia), avalado por Europa y el resto de la comunidad internacional. Ben Ali, Mubarak, Gadafi o Al Asad llevan años en el poder, abusando del resto de la sociedad. Pero el planeta, por desgracia, sigue plagado de dictadores cuyos súbditos no se han sublevado -aún. ¿Qué es entonces lo que une a los árabes?
Pagar. Soportar sobre sus hombros las crisis que no han creado, las políticas que no han elegido, los deberes que les han sido impuestos. Poco a poco, y en menor medida, eso es lo que nos está pasando a nosotros. Al resto del mundo, o más bien, al primero. Nos salva una distancia que se mide en televisores panorámicos, uno o dos vehículos de gama media por familia, una casa en la playa, descanso dominical y vacaciones quincenales, más o menos. Un colchón que cada vez es más fino, un colchón con muchos elementos, muelles, fibra y materiales que han costado décadas, siglos, en construir y ensanchar nuestro sueño, nuestro descanso, nuestro futuro y nuestro aliento. Un colchón que sufre tijeretazos en cuestión de meses, leyes y decretazos que adelgazan nuestra feliz clase media, el freno a todas las revoluciones.
Y quizá es mejor. Indignaos, indignarnos. Porque ya no es la pérdida de derechos, libertades y deberes (como el trabajo), sino lo que ha llevado a los árabes a poner punto y final a sus regímenes. Es que haya una clase, rica, súper rica, aliada de políticos, cada vez más alejada de nosotros, que se ríe. Que se rían. Y nos machaquen, y no les importe que todos seamos seres humanos, con vidas, cuerpos que respiran, corazones que laten, sentimientos que viven. Una crisis económica y financiera provocada por los bancos que juegan a vendernos ilusiones en versión ladrillo, rescates que pagamos los ciudadanos, y ni una sola indemnización, ni una sola responsabilidad para quien es el verdadero culpable.
Pero qué voy a contar, si todo esto se ha dicho ya. Si hemos hablado tanto de revoluciones árabes, llevamos el resto de la vida escuchando y leyendo sobre crisis. Desde el sofá de casa, desde la pantalla, el papel o el altavoz que nos separa del otro lado del Mediterráneo, el que nos hace sentir privilegiados, nombrar el mundo y tapar justo el hueco por el que alguien nos dice que estamos mucho más cerca, que salvando las distancias, nos parecemos mucho más.
viernes, 31 de diciembre de 2010
Me voy a bajar
El año empezó con algunos toques de humor, Merry Crisis y cosas por el estilo. Los bares siguen llenos y salvo los cuatro millones de parados, los otros cuarenta vamos tirando. La crisis sigue siendo algo un poco externo, algo de lo que hablan los medios de comunicación y que los españolitos vamos viendo en los locales que cierran, lo que se cuenta en los bares, los pisos en venta... Hay un terremoto en Haití y aún nos sobra espíritu solidario para mandar ayuda humanitaria. Elecciones parlamentarias en Irak, hay que ser idiota.
Y los meses van pasando, y muchos como yo nos vamos escurriendo entre la gente. Nos dejamos llevar por las conversaciones ajenas, las borracheras, los titulares de los periódicos. Y los gobiernos van cambiando, y los ecos conservadores se van haciendo más fuertes, como el sonido de sus tijeras. Unos cortes por aquí, otros cortes por allá. Y los bares siguen llenos. Al sonido de las tijeras se van uniendo gritos y algunas explosiones, aquí y allá, Atenas, Dublín, París, Londres. Que si Alemania paga, que si Grecia se hunde. Que si hay que recortar el sueldo de los funcionarios.
Ataques terroristas, lluvias en Pakistán, cólera en Haití, disidentes cubanos en España, etarras en Venezuela, suicidios de las bolsas, palestinos muertos de hambre, Obama dice, Merkel contempla, Sarkozy afirma, Zapatero desmiente, Berlusconi predice, Jintao calla. Que, que, que... me voy deslizando, y muchos como yo se deslizan, contemplan, contemplamos con la mirada atónita cómo la parrilla de Telecinco va engullendo cultura deshecha en forma de barbarie, vulgaridad, y mucho grito, mucho implante.
Todos los gritos toman forma, y la crisis empieza a masticarse, recortes sociales, más recortes sociales y sin comerlo ni beberlo, reforma laboral. Los dueños del capitalismo exigen la protección de los mismos gobiernos a los que echan de su sistema, la mano invisible ahoga, los millones de dólares, euros, pesos, yenes caminan rápido de las arcas del Estado a los agujeros de los bancos. Salvamos a los responsables de la crisis, para que ellos nos salven a nosotros, a los inocentes, o que nos sigan ahogando. Rescate, huelga general, paro, pensiones, congelación. Los aviones no despegan, por nubes volcánicas, huelgas o nieve. Y los bares siguen llenos. Y el mundo poco a poco va girando hasta darse del todo la vuelta.
Pero el instinto periodista sobrevive. Wikileaks, las presiones por las descargas, por el juicio de Couso, el islamismo radical, los vertidos de petróleo, la corrupción en todo el mundo y el carisma del futuro rey del mundo, chino. Y Jintao dice, Berlusconi contempla, Zapatero afirma, Sarkozy desmiente, Merkel predice, Obama calla. Pero el mundo no va a explotar, seguirá en su equilibrio capitalista perfecto, los gobiernos meterán mano a la invisible y dejarán hacer a la dictadura de los mercados. Wikileaks, el instinto periodista, la luz de la verdad que ha de llegar a todos los rincones es sólo una noticia más, el descubrimiento, la forma, y no el contenido.
Y he llegado hasta abajo, y muchos conmigo, vomitan, vomitamos. Y buscamos explotar. Acumular la rabia suficiente para exiliarnos en un voluntariado en Nepal, o en la Patagonia argentina. Allí donde no es dinero por dinero, sino compartir por compartir. Me salva, y a muchos conmigo les salva, nos salva, el instinto periodista, la lucha firme contra la mentira eterna, la corrupción y la asquerosidad de planeta que queremos cambiar. Todo por lo que un día empecé a estudiar, empezamos a estudiar, es mentira. Es sucio y gris. Pero yo tengo sólo veintidós años, y voy a cambiar el mundo. Y cuando sepa que es imposible, me retiraré. No es un canto a la esperanza, ni populismo, ni demagogia, es la necesidad de seguir creyendo en mí, y en la fuerza que mueve el mundo desde mis pies españoles hasta la plaza de Tiananmen. En la necesidad de creer en todos, en que la lucha de Saviano no es en balde, ni la de miles de personas que buscan la justicia en su día a día y creen las buenas intenciones de Assange.
Que cierre CNN en España, y que sea maravillosamente sustituido por un canal de basura veinticuatro horas, es sólo una metáfora de la realidad en la que yo, y muchos conmigo, no creen, no creemos. Por eso de ese mundo yo me bajo. Me bajo. No lo quiero, me repugna, me asquea, me da rabia y me da pena. Porque la generación que maneja el mundo no es la nuestra, ni la que queremos. Es la generación cansada, vendida y agnóstica, que llena los bares y habla, habla, habla y habla. Pero yo, desde aquí o desde Nepal, voy a cambiar el mundo, y muchos conmigo. Cambiaremos el mundo. El resto puede seguir danzando al son de la mano invisible, del gran hermano, o de la desigualdad que mastica catástrofes, cadáveres y basura. No me hacen falta, y a muchos conmigo, no les hace falta. No nos hace falta. Porque en 2011 Palestina pasará de puntillas por EEUU, y Europa seguirá en silencio, venderemos armas a Israel y nos colocaremos detrás de una pancarta por el Sáhara Occidental sin condenar a Marruecos, no restableceremos el Ministerio de Igualdad en un país en el que en cinco años han muerto 400 mujeres, más que por terrorismo en toda su historia, pero hablaremos mucho de ETA y de su fin o su rearme.
Manuel Azaña decía que si en España la gente hablara sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio.
Esto es lo que yo sé. Y me bajo. ¿Quién se baja conmigo?
Y los meses van pasando, y muchos como yo nos vamos escurriendo entre la gente. Nos dejamos llevar por las conversaciones ajenas, las borracheras, los titulares de los periódicos. Y los gobiernos van cambiando, y los ecos conservadores se van haciendo más fuertes, como el sonido de sus tijeras. Unos cortes por aquí, otros cortes por allá. Y los bares siguen llenos. Al sonido de las tijeras se van uniendo gritos y algunas explosiones, aquí y allá, Atenas, Dublín, París, Londres. Que si Alemania paga, que si Grecia se hunde. Que si hay que recortar el sueldo de los funcionarios.
Ataques terroristas, lluvias en Pakistán, cólera en Haití, disidentes cubanos en España, etarras en Venezuela, suicidios de las bolsas, palestinos muertos de hambre, Obama dice, Merkel contempla, Sarkozy afirma, Zapatero desmiente, Berlusconi predice, Jintao calla. Que, que, que... me voy deslizando, y muchos como yo se deslizan, contemplan, contemplamos con la mirada atónita cómo la parrilla de Telecinco va engullendo cultura deshecha en forma de barbarie, vulgaridad, y mucho grito, mucho implante.
Todos los gritos toman forma, y la crisis empieza a masticarse, recortes sociales, más recortes sociales y sin comerlo ni beberlo, reforma laboral. Los dueños del capitalismo exigen la protección de los mismos gobiernos a los que echan de su sistema, la mano invisible ahoga, los millones de dólares, euros, pesos, yenes caminan rápido de las arcas del Estado a los agujeros de los bancos. Salvamos a los responsables de la crisis, para que ellos nos salven a nosotros, a los inocentes, o que nos sigan ahogando. Rescate, huelga general, paro, pensiones, congelación. Los aviones no despegan, por nubes volcánicas, huelgas o nieve. Y los bares siguen llenos. Y el mundo poco a poco va girando hasta darse del todo la vuelta.
Pero el instinto periodista sobrevive. Wikileaks, las presiones por las descargas, por el juicio de Couso, el islamismo radical, los vertidos de petróleo, la corrupción en todo el mundo y el carisma del futuro rey del mundo, chino. Y Jintao dice, Berlusconi contempla, Zapatero afirma, Sarkozy desmiente, Merkel predice, Obama calla. Pero el mundo no va a explotar, seguirá en su equilibrio capitalista perfecto, los gobiernos meterán mano a la invisible y dejarán hacer a la dictadura de los mercados. Wikileaks, el instinto periodista, la luz de la verdad que ha de llegar a todos los rincones es sólo una noticia más, el descubrimiento, la forma, y no el contenido.
Y he llegado hasta abajo, y muchos conmigo, vomitan, vomitamos. Y buscamos explotar. Acumular la rabia suficiente para exiliarnos en un voluntariado en Nepal, o en la Patagonia argentina. Allí donde no es dinero por dinero, sino compartir por compartir. Me salva, y a muchos conmigo les salva, nos salva, el instinto periodista, la lucha firme contra la mentira eterna, la corrupción y la asquerosidad de planeta que queremos cambiar. Todo por lo que un día empecé a estudiar, empezamos a estudiar, es mentira. Es sucio y gris. Pero yo tengo sólo veintidós años, y voy a cambiar el mundo. Y cuando sepa que es imposible, me retiraré. No es un canto a la esperanza, ni populismo, ni demagogia, es la necesidad de seguir creyendo en mí, y en la fuerza que mueve el mundo desde mis pies españoles hasta la plaza de Tiananmen. En la necesidad de creer en todos, en que la lucha de Saviano no es en balde, ni la de miles de personas que buscan la justicia en su día a día y creen las buenas intenciones de Assange.
Que cierre CNN en España, y que sea maravillosamente sustituido por un canal de basura veinticuatro horas, es sólo una metáfora de la realidad en la que yo, y muchos conmigo, no creen, no creemos. Por eso de ese mundo yo me bajo. Me bajo. No lo quiero, me repugna, me asquea, me da rabia y me da pena. Porque la generación que maneja el mundo no es la nuestra, ni la que queremos. Es la generación cansada, vendida y agnóstica, que llena los bares y habla, habla, habla y habla. Pero yo, desde aquí o desde Nepal, voy a cambiar el mundo, y muchos conmigo. Cambiaremos el mundo. El resto puede seguir danzando al son de la mano invisible, del gran hermano, o de la desigualdad que mastica catástrofes, cadáveres y basura. No me hacen falta, y a muchos conmigo, no les hace falta. No nos hace falta. Porque en 2011 Palestina pasará de puntillas por EEUU, y Europa seguirá en silencio, venderemos armas a Israel y nos colocaremos detrás de una pancarta por el Sáhara Occidental sin condenar a Marruecos, no restableceremos el Ministerio de Igualdad en un país en el que en cinco años han muerto 400 mujeres, más que por terrorismo en toda su historia, pero hablaremos mucho de ETA y de su fin o su rearme.
Manuel Azaña decía que si en España la gente hablara sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio.
Esto es lo que yo sé. Y me bajo. ¿Quién se baja conmigo?
viernes, 12 de noviembre de 2010
Contra la pena de muerte
El 11 de Noviembre, en la Universidad Carlos III de Madrid, el grupo universitario organiza un acto contra la pena de muerte en el Patio de Promociones. Se trata de recoger firmas para enviar una carta al embajador de EEUU en nuestro país con el objetivo de que presione especialmente al gobernador de Texas, Rick Perry, para que en su estado se abola la pena de muerte. Desde que ésta se volvió a instaurar en 1977, en Texas se ha ejecutado a 463 personas.
El acto comienza a las 11 de la mañana. Situamos la mesa delante de la Cafetería Central , ponemos a disposición de quien pase las hojas de firmas y distintos panfletos que hablan del no a la pena de muerte y otros derechos defendidos por AI. Nos colocamos los chalecos y empezamos a preguntar a los que pasan por allí –unos más curiosos que otros- si quieren colaborar con su firma contra la pena de muerte. A estas horas de la mañana la acción es más difícil, hace frío y la mayoría de los estudiantes están en clase. O tienen prisa.
A las 13 las cosas se animan. La gente sale de clase, va a tomar algo a la cafetería o a comer, se quedan fumándose un cigarrilo en el patio y ya no parecen tener tanta prisa. Desplegamos sobre el suelo el juego del corredor de la muerte y algunos se animan a participar. Es ahí cuando conseguimos más firmas, y también más excusas, ésas las hay de todo tipo: no tengo tiempo, para qué voy a firmar si en España no hay pena de muerte, o hasta los que piensan que por firmar para AI se les denegará su derecho a entrar en EEUU. Algunos ni siquiera contestan o se ríen, otros dudan, pero muchos, bastantes, se paran, sonríen y dicen: “¿contra la pena de muerte? Claro, ¿dónde hay que firmar?”. Algunos buscan algo más de información, por qué recogéis firmas hoy, contra la pena de muerte en qué país, y dónde puedo conseguir más información.
Hasta más de las 15 no dejamos de recibir los apoyos de la gente en forma de firmas, incluso algunos empiezan a inscribirse en la lista de correo para recibir más informaciones sobre las acciones que organicemos en la universidad. Incluso estudiantes erasmus nos preguntan cuándo nos reunimos para acercarse el martes que viene a enterarse un poco más de qué es lo que queremos conseguir con un grupo de AI en la Carlos III. Como a estas horas ya somos menos los voluntarios, algunos se acercan hasta la mesa para recoger panfletos, preguntar más cosas o inscribirse en el grupo.
Un poco antes de las 16 empezamos a recoger el chiringuito. Devolvemos la mesa a su sitio y llevamos el resto de cosas al despacho. Contamos las hojas, hemos conseguido alrededor de 250 firmas y unas quince personas se han inscrito a las listas de correo o nos han dicho que vendrán el próximo martes a la reunión. Y a lo mejor 250 firmas nunca son suficientes, pero al menos son 250 pensamientos que, como dice uno de los panfletos que teníamos sobre la mesa, no han acabado en una papelera.
Y mañana, a las 12h desde Atocha, manifestación por los derechos del pueblo saharaui, basta ya a 35 años de ocupación. ¡Actúa!
viernes, 22 de octubre de 2010
¿Qué hacer ante la violación de derechos humanos en Palestina?
Asisto esta mañana a una conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad (Carlos III). Se habla de Israel y los territorios ocupados. De la resolución 181 de la ONU, por la que los seis territorios que conforman el damero fueron repartidos en su día en equilibrio geográfico, pero no demográfico (más o menos a los dos estados les corresponden porciones del territorio similares, pero la población de palestina es mucho mayor). El 15 de mayo de 1948, sirios, egipcios, jordanos y libaneses invaden el estado israelí, pero en 14 días Israel consigue ocupar gran parte del territorio palestino. En diciembre, la ONU dicta la resolución 194 que, entre otras muchas cosas, habla del derecho de los refugiados palestinos a volver a sus hogares (que a partir de esa guerra se encuentran en el estado de Israel, ilegal a ojos del derecho internacional). Vuelven, y a día de hoy tienen pasaporte israelí, pero su condición de árabes los convierte en ciudadanos de segunda.
En 1967 estalla la guerra de los seis días -los motivos, para otro momento, ataque preventivo de Israel a las fuerzas egipcias en la frontera tras su exigencia a la ONU de que retirara sus fuerzas de Sinaí, resumiendo- y es entonces cuando Israel se come la Palestina que quedaba, la península de Sinaí, y los Altos del Golán. Y ahí llega la resolución 242, por la que la ONU exige a Israel que se retire a las fronteras precedentes a la guerra de los seis días. Sus fronteras antes de 1967, no las dictadas en la partición de la resolución 181. Osea que la comunidad internacional ya está legitimando esa primera guerra, llamada de la Independencia por los israelíes. En este punto, los derechos de los palestinos ya están siendo violados abierta y alegremente.
Pero claro, teniendo en cuenta que los israelíes no son tontos, a su paso por los territorios palestinos que van ocupando van creando asentamientos de ciudadanos israelíes y judíos traídos de todo el mundo (Nueva York, Argentina...) que a día de hoy se siguen construyendo. No hay que ser un lince para saber que en un territorio con la densidad de población más alta del mundo (o de las más altas al menos), para construir, hay que destruir primero. Y es entonces cuando empiezan los problemas, y la violación sistemática de los derechos de los palestinos, como si ya formara parte de las costumbres, cultura y folklore de Israel. Las demoliciones. De todo tipo, porque están cerca de un check-point, demasiado cerca de un colegio... o las demoliciones punitivas, que ahora hace tiempo que no se hacen pero sí en los 90, y consisten en lo siguiente: si un palestino cometía un acto terrorista, la responsabilidad penal caía sobre su familia, es decir, la demolición de la vivienda de su familia. En estas destrucciones, por supuesto, no hay re-alojo, ni indemnización. Lo que diríamos comúnmente, a la puta calle. Amnistía Internacional recoge firmas para pedir el fin de estas demoliciones.

Cuando los israelíes deciden retirarse de Gaza, es decir, no tener presencia dentro del territorio, dejan de considerar la franja como territorio ocupado. Ahora bien, como de por medio hay un conflicto, cercan la franja y a partir de ahí controlan los suministros de gas, electricidad o agua potable, entre otros. Probada está la violación de los derechos de todo un pueblo, los crímenes de guerra, y crímenes contra la humanidad.
Y por último, no sólo el control de gaza, sino que a los refugiados palestinos de los que hablaba al principio, aquello a los que el benefactor estado israelí deja volver a su casa, son ciudadanos de segunda. Un millón trescientas mil personas. Esas personas, a pesar de tener como he dicho pasaporte israelí, no pueden adquirir territorios, entre otras. Como proyecto de ley en Israel se plantea que todo ciudadano deba reconocer el carácter judío del estado de Israel. Incluida la poca representación que los refugiados palestinos han conseguido en años de ocupación en el Parlamento.
Digamos que, por ciertas similitudes con una situación como la de Sudáfrica, el conflicto árabe-israelí empieza a parecerse al apartheid. Condenado por las instituciones internacionales. Más la continua violación de los derechos humanos, desde 1948. Normal entonces, que los palestinos estén más que derrotados, que acaben confiándose a Hamás. Y todo ello ante la mirada de una comunidad internacional que condena, dicta una resolución que no se respeta, y vuelta a empezar. La flotilla de la libertad es sólo un ejemplo más de una opinión pública que se escandaliza durante dos días y al tercero devuelve el conflicto al punto anterior. O aún peor.
Entonces, ¿por qué no recurren a la justicia de otros países, ya que Israel no reconoce los derechos de los palestinos? El juez Fernando Andreu Merelles decide en 2009 investigar el asesinato en 2002 por parte de Israel de un miembro de Hamás, Salah Shehadeh, con el lanzamiento de una bomba de una tonelada que lo mató a él, a su mujer, a su hija, a otro miembro de Hamás y diez personas más, en su mayoría niños. Cuando el juez decide abrir proceso, el ex-ministro Moratinos recibe la llamada de Tzipi Livni y Moratinos promulga una ley que prohíbe a la justicia española abrir proceso cuando se haya violado un principio de justicia universal, a no ser que algunos de los implicados, o las implicaciones, sean españoles.
Así las cosas, el derecho internacional queda en evidencia, con él los gobiernos de cualquier país democrático del primer mundo, y la ONU, ante una impunidad sin límites del estado israelí. Impunidad que se constata en sus continuos atentados contra los derechos humanos, y en sus medios de comunicación; el piloto que tiró la bomba de una tonelada en el barrio de Al-Daraj en Gaza, fue entrevistado en Israel y le preguntaron qué había sentido al tirar una bomba tan grande. Sin secretos, ni responsabilidad.
Visto el plan, qué queda. Qué agonía. Un problema sin solución. Enfrentarnos al constante muro -¿el de las lamentaciones, quizá?- de un conflicto que más de sesenta años después está muy lejos de su solución. Y si el derecho internacional fracasa y la comunidad internacional se mantiene impasible ante la violación sistemática de los derechos humanos y deja a hacer a Israel, ¿qué nos queda?
Nos queda el boicot. Las firmas para las acciones urgentes. Nos queda mucho por hablar, muchos foros a los que estas verdades tendrán que llegar. Nos queda concienciación. Lo más inmediato y a corto plazo es el boicot. He aquí una relación de productos israelíes comercializados en España. Más allá de esto, todos los productos cuyo código de barras comienza por las cifras 729, vienen de Israel. Mc Donald´s, Revlon, Timberland, Garnier, Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Hugo Boss o L´Oréal apoyan a Israel.
En nuestras manos queda, un poco en las de cada uno... ¡Actuemos!
¡Viva Palestina libre!
Firma la petición para el fin de las demoliciones de viviendas palestinas, si aún no lo has hecho.
Fuentes de información:
Conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad Carlos III de Madrid, "Israel y los territorios ocupados", a cargo de Rafael Escudero Alday, profesor de Filosofía del Derecho, y José Sánchez,
portavoz del grupo E-33 de Israel y Territorios Ocupados.
http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=2690
http://www.islam-shia.org/boycott_israel/emp_isl_esp.htm
http://www.nodo50.org/csca/agenda09/palestina/boycot.html
http://juliensalingue.over-blog.com/article-21049001.html
http://www.eldiplo.com.pe/la-onda-expansiva-de-un-crimen
En 1967 estalla la guerra de los seis días -los motivos, para otro momento, ataque preventivo de Israel a las fuerzas egipcias en la frontera tras su exigencia a la ONU de que retirara sus fuerzas de Sinaí, resumiendo- y es entonces cuando Israel se come la Palestina que quedaba, la península de Sinaí, y los Altos del Golán. Y ahí llega la resolución 242, por la que la ONU exige a Israel que se retire a las fronteras precedentes a la guerra de los seis días. Sus fronteras antes de 1967, no las dictadas en la partición de la resolución 181. Osea que la comunidad internacional ya está legitimando esa primera guerra, llamada de la Independencia por los israelíes. En este punto, los derechos de los palestinos ya están siendo violados abierta y alegremente.
Pero claro, teniendo en cuenta que los israelíes no son tontos, a su paso por los territorios palestinos que van ocupando van creando asentamientos de ciudadanos israelíes y judíos traídos de todo el mundo (Nueva York, Argentina...) que a día de hoy se siguen construyendo. No hay que ser un lince para saber que en un territorio con la densidad de población más alta del mundo (o de las más altas al menos), para construir, hay que destruir primero. Y es entonces cuando empiezan los problemas, y la violación sistemática de los derechos de los palestinos, como si ya formara parte de las costumbres, cultura y folklore de Israel. Las demoliciones. De todo tipo, porque están cerca de un check-point, demasiado cerca de un colegio... o las demoliciones punitivas, que ahora hace tiempo que no se hacen pero sí en los 90, y consisten en lo siguiente: si un palestino cometía un acto terrorista, la responsabilidad penal caía sobre su familia, es decir, la demolición de la vivienda de su familia. En estas destrucciones, por supuesto, no hay re-alojo, ni indemnización. Lo que diríamos comúnmente, a la puta calle. Amnistía Internacional recoge firmas para pedir el fin de estas demoliciones.

Cuando los israelíes deciden retirarse de Gaza, es decir, no tener presencia dentro del territorio, dejan de considerar la franja como territorio ocupado. Ahora bien, como de por medio hay un conflicto, cercan la franja y a partir de ahí controlan los suministros de gas, electricidad o agua potable, entre otros. Probada está la violación de los derechos de todo un pueblo, los crímenes de guerra, y crímenes contra la humanidad.
Y por último, no sólo el control de gaza, sino que a los refugiados palestinos de los que hablaba al principio, aquello a los que el benefactor estado israelí deja volver a su casa, son ciudadanos de segunda. Un millón trescientas mil personas. Esas personas, a pesar de tener como he dicho pasaporte israelí, no pueden adquirir territorios, entre otras. Como proyecto de ley en Israel se plantea que todo ciudadano deba reconocer el carácter judío del estado de Israel. Incluida la poca representación que los refugiados palestinos han conseguido en años de ocupación en el Parlamento.
Digamos que, por ciertas similitudes con una situación como la de Sudáfrica, el conflicto árabe-israelí empieza a parecerse al apartheid. Condenado por las instituciones internacionales. Más la continua violación de los derechos humanos, desde 1948. Normal entonces, que los palestinos estén más que derrotados, que acaben confiándose a Hamás. Y todo ello ante la mirada de una comunidad internacional que condena, dicta una resolución que no se respeta, y vuelta a empezar. La flotilla de la libertad es sólo un ejemplo más de una opinión pública que se escandaliza durante dos días y al tercero devuelve el conflicto al punto anterior. O aún peor.
Entonces, ¿por qué no recurren a la justicia de otros países, ya que Israel no reconoce los derechos de los palestinos? El juez Fernando Andreu Merelles decide en 2009 investigar el asesinato en 2002 por parte de Israel de un miembro de Hamás, Salah Shehadeh, con el lanzamiento de una bomba de una tonelada que lo mató a él, a su mujer, a su hija, a otro miembro de Hamás y diez personas más, en su mayoría niños. Cuando el juez decide abrir proceso, el ex-ministro Moratinos recibe la llamada de Tzipi Livni y Moratinos promulga una ley que prohíbe a la justicia española abrir proceso cuando se haya violado un principio de justicia universal, a no ser que algunos de los implicados, o las implicaciones, sean españoles.
Así las cosas, el derecho internacional queda en evidencia, con él los gobiernos de cualquier país democrático del primer mundo, y la ONU, ante una impunidad sin límites del estado israelí. Impunidad que se constata en sus continuos atentados contra los derechos humanos, y en sus medios de comunicación; el piloto que tiró la bomba de una tonelada en el barrio de Al-Daraj en Gaza, fue entrevistado en Israel y le preguntaron qué había sentido al tirar una bomba tan grande. Sin secretos, ni responsabilidad.
Visto el plan, qué queda. Qué agonía. Un problema sin solución. Enfrentarnos al constante muro -¿el de las lamentaciones, quizá?- de un conflicto que más de sesenta años después está muy lejos de su solución. Y si el derecho internacional fracasa y la comunidad internacional se mantiene impasible ante la violación sistemática de los derechos humanos y deja a hacer a Israel, ¿qué nos queda?
Nos queda el boicot. Las firmas para las acciones urgentes. Nos queda mucho por hablar, muchos foros a los que estas verdades tendrán que llegar. Nos queda concienciación. Lo más inmediato y a corto plazo es el boicot. He aquí una relación de productos israelíes comercializados en España. Más allá de esto, todos los productos cuyo código de barras comienza por las cifras 729, vienen de Israel. Mc Donald´s, Revlon, Timberland, Garnier, Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Hugo Boss o L´Oréal apoyan a Israel.
En nuestras manos queda, un poco en las de cada uno... ¡Actuemos!
¡Viva Palestina libre!
Firma la petición para el fin de las demoliciones de viviendas palestinas, si aún no lo has hecho.
Fuentes de información:
Conferencia de Amnistía Internacional en la Universidad Carlos III de Madrid, "Israel y los territorios ocupados", a cargo de Rafael Escudero Alday, profesor de Filosofía del Derecho, y José Sánchez,
portavoz del grupo E-33 de Israel y Territorios Ocupados.
http://www.profesionalespcm.org/_php/MuestraArticulo2.php?id=2690
http://www.islam-shia.org/boycott_israel/emp_isl_esp.htm
http://www.nodo50.org/csca/agenda09/palestina/boycot.html
http://juliensalingue.over-blog.com/article-21049001.html
http://www.eldiplo.com.pe/la-onda-expansiva-de-un-crimen
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